Emociones y comida: cómo superar el hambre emocional

Soy Lorena González, psicóloga y cofundadora de Serena Psicología y cada día me encuentro con mujeres en lucha para mejorar su relación con la comida. En muchas ocasiones, cuando sentimos que nuestra relación con la comida se ha vuelto complicada, no se trata únicamente de lo que comemos, sino de cómo nos sentimos antes, durante y después de comer. Tal vez te has sorprendido alguna vez buscando comida sin tener hambre real, o comiendo rápido y con ansiedad tras un día estresante.

Si este tipo de situaciones te resultan familiares, es posible que estés usando la comida como una vía para calmar emociones. Decirte que no solo te sucede a ti: la relación entre emociones y comida es un patrón muy común.

Hoy quiero comentarte algunas claves que pueden ayudarte a comprender mejor lo que hay detrás del hambre emocional y empezar a cuidarte desde otro lugar.


Emociones y comida: empieza por mirar hacia adentro

Muchas veces nos dejamos llevar por el ritmo acelerado del día a día, sin darnos un respiro para observarnos. Funcionamos en piloto automático y, cuando algo nos remueve por dentro, buscamos rápidamente formas de anestesiar el malestar. Una de las más frecuentes es la comida.

Un primer paso importante es pararte un momento antes de comer y preguntarte cómo estás. ¿De verdad tienes hambre física o lo que sientes es ansiedad, tristeza, aburrimiento, enfado o soledad? Ponerle nombre a eso que estás sintiendo es el paso más importante.

Te puede ayudar llevar un pequeño diario donde registres no solo lo que comes, sino qué sentías antes de hacerlo. Hazte preguntas como:

  • ¿Qué ocurrió hoy que me pudo afectar emocionalmente?
  • ¿Estoy agotada, molesta, abrumada?
  • ¿Qué estaba pensando justo antes de abrir la nevera?
  • ¿Estoy buscando consuelo o distracción?

Reconocer tus emociones no es fácil al principio, pero con práctica se vuelve más natural. Y una vez que puedes distinguir el hambre real del hambre emocional, ya no estás reaccionando de forma automática, sino eligiendo de forma más consciente.


Hambre emocional: qué hacer con lo que sientes

Identificar la emoción es un gran paso. El siguiente es escuchar lo que esa emoción necesita realmente. Muchas veces usamos la comida como una solución rápida, porque está a mano y nos ofrece alivio inmediato. Pero hay formas más saludables de cuidar ese malestar.

Si lo que sientes es tristeza, tal vez necesites un espacio tranquilo para estar contigo misma o una charla con alguien cercano. Si estás frustrada, quizá lo que necesitas sea expresarlo, poner límites o darte permiso para enfadarte. Si te sientes sola o vacía, puede ayudarte hacer algo que te conecte: salir a caminar, escribir, poner música o simplemente darte un baño caliente.

La clave está en buscar respuestas que atiendan tu emoción, no solo la tapen. Sé que no es fácil, pero cada vez que eliges una opción consciente, estás fortaleciendo tu capacidad de autorregulación emocional. Si no puedes sola, somos muchas las profesionales que podemos ayudarte.


Alimentación consciente y emociones: lo que eliges tener cerca

Cuando comemos por impulso, tendemos a recurrir a alimentos que nos estimulan mucho a corto plazo: productos ultraprocesados, ricos en azúcares, grasas y sal. No es casualidad. Están diseñados para enganchar, y por eso nos cuesta tanto resistirnos en momentos de debilidad emocional.

Una estrategia muy práctica es tener a mano opciones más saludables ya preparadas. Por ejemplo: fruta cortada, frutos secos naturales, hummus con zanahoria, o algún plato casero nutritivo ya listo en la nevera. Esto no solo cuida tu cuerpo, también te da la sensación de que estás tomando decisiones que te benefician y fortalecen tu autoestima cuando ves que puedes.

Además, reduce el tener en casa aquello a lo que sueles recurrir cuando te sientes mal. No se trata de prohibirte cosas, sino de ponértelo un poco más fácil mientras estás trabajando en cambiar el patrón.


Otras formas de sentirte bien sin recurrir a la comida

Parte del trabajo emocional tiene que ver con encontrar otras formas de gratificación. Si cada vez que estás agotada, estresada o triste solo te das permiso para descansar comiendo, es normal que se convierta en tu única vía de consuelo: se hace un hábito.

Haz una pequeña lista de cosas que te resulten placenteras o relajantes. No tienen que ser grandes planes, sino cosas sencillas y accesibles:

  • Leer un capítulo de un libro
  • Escuchar música que te emocione
  • Llamar a alguien con quien te sientas bien
  • Darse una ducha larga y consciente
  • Cuidar una planta, escribir, pintar, tejer...

Quizá al principio estas alternativas no te resulten tan gratificantes como comer, pero con el tiempo tu cerebro irá aprendiendo que hay otras formas de sentir bienestar, y el circuito emociones y comida se irá debilitando.


Aprende a desconectar del bombardeo publicitario

La publicidad nos bombardea constantemente con imágenes que relacionan felicidad, éxito, diversión o alivio emocional con ciertos alimentos. No es casualidad: está diseñada para activar nuestro deseo sin pasar por la razón.

No siempre podemos evitar ver esos estímulos, pero sí podemos decidir no darles tanto poder. Pasa rápido los anuncios, deja de seguir cuentas de comida ultraprocesada, aléjate de los lugares que te empujan a consumir sin hambre.

Piensa: ¿esto lo deseo yo o me lo están vendiendo emocionalmente?


No es solo comer: es cómo vives, cómo sientes, cómo te cuidas

Modificar el vínculo entre emociones y comida no se resuelve solo cambiando lo que hay en el plato. Muchas veces, implica revisar cómo estás gestionando tus emociones, cómo organizas tus días, cuánto descanso tienes, cómo te hablas a ti misma y qué espacio te das para cuidarte.

Es un camino que requiere tiempo y paciencia, pero que vale la pena recorrer. No se trata de hacerlo perfecto, sino de ir recuperando poco a poco una relación más libre y más sana con la comida. Una relación donde tú tienes el control.


Si sientes que necesitas ayuda, no estás sola

Hay momentos en los que cambiar este tipo de patrones no es fácil hacerlo por tu cuenta, y está bien pedir apoyo. Un acompañamiento psicológico especializado puede ayudarte a entender de dónde viene tu forma de comer, qué emociones estás regulando a través de ella y cómo construir nuevas estrategias más adaptativas.

En Serena Psicología tenemos especialistas para poder ayudarte en este paso, puedes probar gratuitamente una sesión.

Al mismo tiempo, trabajar con una nutricionista desde un enfoque respetuoso y no restrictivo puede completar el proceso, ayudándote a reconciliarte con la alimentación desde un lugar más amable.

Recuerda: tu cuerpo no es tu enemigo, y la comida tampoco. Solo necesitas volver a escucharte y gestionar tus emociones y comida de una manera más consciente.


Artículos que quizá te gusten:

Cenas saludables y menopausia: qué comer en días de calor